domingo, 3 de junio de 2018

¿QUIÉN DECIDE SI VALES?


MAMÁ, ¿QUIÉN DECIDE SI VALES?

Mañana de domingo. Nicolás, ocho años, lleva dos horas seguidas dibujando.

No quería romper la concentración pero me puede la curiosidad porque no suele dibujar.

-          Cariño, ¿en qué andas trabajando tan concentrado?

-          Estoy haciendo un cuaderno de personajes. Ya sabes que no se me da bien dibujar pero lo que importa es lo que quiero decir con ellos, el concepto y lo que representa cada uno.

Me hace gracia que en unos pocos meses ha empezado a utilizar vocabulario muy adulto y dice cosas como personalidad, emocional o esencia (de dónde lo habrá sacado, ejem).

El caso es que su autoconcepto artístico es más bien bajo. Él es consciente de que su ejecución en dibujo no se corresponde con el estilo realista que, por  otra parte, es lo que él considera “dibujar bien”. Tampoco ha ayudado que en alguna ocasión sus compañeros se hayan reído de sus dibujos.

Así que, le busco imágenes de cuadros de Miró y le digo:

-          ¿Qué te parece?

-          ¡Chulísimos!

-          Pues, son cuadros de Miró, uno de los pintores más importantes del siglo XX. Están en varios museos. ¿Ves que no hacía dibujos reales? No es necesario para ser un buen pintor.

Y Nicolás me mira y me dice:

-          Entonces, ¿quién decide si vales?

¡Qué gran pregunta! Le miro con más admiración que otra cosa y le digo:

-          Recuerda esto siempre: el primero que ha de decidir si vales eres tú. Y, a partir de ahí, estar preparado para que haya quién te sepa mirar y quién no. Eso no importa mucho. Lo único que tienes que ser es especial y diferente. Y creerlo así.

Poco más tengo que decirle. Cree en ti y se constante. Lo demás, llegará.

*Me he permitido hacer un collage con imágenes de los dibujos de Nicolás y de Miró (por si a alguien se le despista quién era)

viernes, 25 de mayo de 2018

SI FUERAS UN ANIMAL, ¿QUÉ ANIMAL SERÍAS?



SI FUERAS UN ANIMAL, ¿QUÉ ANIMAL SERÍAS?

Hace unos días, Nicolás, de 8 años, se levantó de la cama después de llevar una hora acostado y se presentó en el salón.

-          Mamá, por favor, ¿qué animal crees que encaja con mi personalidad?

-          Cariño, déjame que lo piense y, mañana, cuando tenga el cerebro enchufado, te contesto.

Al día siguiente, al levantarse la conversación siguió de la siguiente manera:

-          Mamá, he pensado que los animales son más fáciles porque me parece que sólo tienen una característica especial y yo tengo muchas. Así que voy a tener que mezclar animales.

 
Y comenzó a enumerar:

-          Soy chimpancé seguro por lo inteligente (no hay nada como tener una buena autoestima), camaleón porque soy capaz de quedarme quieto mucho rato.

Interrumpí:

-          A mí me parece que lo de tumbarse en el sofá a ver la tele es más de oso perezoso que de camaleón.



-          Vale, pues oso perezoso y camaleón porque cuando me da el sol el pelo me cambia de color. También soy tortuga porque me visto muy despacio. Pero en el agua soy pingüino porque nado muy rápido. ¡Y loro, que hablo mucho!

Después de hacer este pormenorizado análisis de su personalidad le dije:

-          Vístete, que hay que ir al cole.

Y, sorprendentemente empezó a vestirse a cámara lenta.

-          Mamá, voy al 10% porque soy tortuga cuando me visto.

Y aquí viene lo interesante. ¡Cómo suena esto a profecía autocumplida!

Como cree que vistiéndose es lento como una tortuga, ¿cómo se viste? ¡Bingo! Despacio.

Así que le dije:

-          No se trata de que no seas tortuga. Se trata de que, de todos los animales que eres, escojas en cada momento el que te dé más ventajas. Si quieres vestirte deprisa, escoge el pingüino, que si es rápido nadando, también lo será vistiéndose. Y, si estás dando un paseo, escoge la tortuga para ir despacio y disfrutar del paisaje. ¿Lo has entendido?

-          ¡Claro! Modo pingüino activado.

Y se vistió en un santiamén.

Después le pregunté qué animales pensaba que era yo y me dijo:

-          Chimpancé también seguro porque eres muy inteligente. Gato, por guapa. También eres una hormiga porque las hormigas son muy trabajadoras.

-          ¿Y un poco gallina? Por lo de llevar siempre a los pollitos detrás.

-          Eso también. Y koala, porque nos espachurras a abrazos.

Pensé en la suerte que tengo de que esté en una edad en la que todavía no me ve los fallos.

Los que me conocéis, sabéis que soy fiel defensora de escuchar a los niños, de recoger sus ideas geniales y moldearlas para aplicarlas en el trabajo. Creo que cuando una idea surge de un niño tienes muchas más probabilidades de que otros niños te entiendan, se sientan identificados y se entusiasmen. Como siempre, creo que el adulto no tiene mucho más que hacer que dar forma y acompañar.

El caso es que le dije que su propuesta me había parecido lo suficientemente interesante como para llevármela al trabajo.

Y me dijo:

-          Me parece bien, mamá, pero acuérdate de decirles que no tienen que escoger los animales que más les gusten. Tienen que elegir los animales que les hacen ser lo que son.

Así que la dinámica es bien sencilla:

¿Qué animal o animales crees que encajan con tu personalidad? ¿Por qué?

A los que trabajamos con niños creo que nos puede dar muchas pistas sobre el autoconcepto y la autoestima de nuestros niños. Seguramente, a través de los animales les resulte más fácil expresar sus emociones y hacernos llegar cómo se sienten.

Y además, el juego nos puede dar pie a modificar lo que no nos gusta eligiendo un animal distinto como hizo Nicolás con la tortuga y el pingüino.

Así que, ahí os dejo el reto. Si alguien se anima, me encantará que me contéis los resultados.

¡Nos vemos por el camino!