martes, 28 de julio de 2015

¿QUÉ ES UN HIJO?


¿QUÉ ES UN HIJO?

Un hijo es aquel que te saca de tus casillas, te lleva al límite y después te da un abrazo y te dice “te quiero mamá”, enseñándote todo lo que en la vida debes saber sobre resolución de conflictos.

Un hijo es esa minúscula criatura que tras haber recibido una gran regañina, se asoma a la puerta con una enorme sonrisa y te dice “mamá, ¿jugamos?”, enseñándote que el rencor sólo vive en las mentes adultas.

Un hijo es aquel que hace que unas décimas de fiebre sean un puño que te encoge el corazón, enseñándote que la vida es más frágil de lo que piensas.

Un hijo es aquel que de un trozo de papel de envolver hace una fiesta, enseñándote que la ilusión, la pasión y el entusiasmo también están en las cosas pequeñas, sólo hay que descubrirlo.

Un hijo es aquel que pide, pide, pide y pide, enseñándote que la constancia es parte del éxito.

Un hijo es aquel que hace que las cosas asquerosas que hacen otros, como comerse los mocos, se conviertan en adorables, enseñándote que, en la vida, todo es cuestión de percepciones.

Un hijo es aquel que, tras recibir 200 órdenes al día, seguir nuestro ritmo y aceptar nuestras rutinas, todavía tiene ganas de desobedecer, enseñándote que la rebeldía y las ganas de luchar muchas veces son las que han cambiado el mundo.

Un hijo es aquel que hace que duermas poco, comas a deshoras y dejes de tener vida propia y, aun así, te parezca genial porque sabes que tendrás un beso de buenas noches que vale millones, enseñándote que es fácil cambiar el orden de prioridades si merece la pena.

Un hijo es aquel que deseándole rubio y naciendo moreno, deseándole alto y naciendo bajo, le quieres sin condiciones por cómo te mira y te admira, por cómo te busca cuando se siente inseguro, por cómo agarra tu dedo para comenzar a caminar, enseñándote que las expectativas no son realidades y, a veces ni se parecen.

Un hijo es aquel que no sólo te hace mejor persona, sino que te hace más inteligente, fuerte y poderoso, si sabes verlo así.

Porque con ellos aprendes que no hay obstáculo que no se pueda levantar, saltar o bordear.

Porque con ellos aprendes que detrás de un día malo siempre puede haber uno mejor si te pones en sus ojos y empiezas de cero.

UN HIJO ES AQUEL QUE TE HACE CREER QUE LE HAS DADO LA VIDA, CUANDO, EN REALIDAD, SABES QUE TE LA HA DADO ÉL A TI.

ESCUCHA A TUS HIJOS, TIENEN GRANDES LECCIONES PARA TI.

 

jueves, 9 de julio de 2015

DEJA QUE SE EQUIVOQUEN


DEJA QUE SE EQUIVOQUEN

A menudo recomiendo a padres primerizos, madres embarazadas, papás de varios y demás formas de paternidad/maternidad, que eliminen las expectativas de sus vidas o, que al menos, las ajusten. Otro día hablaremos de esto.
 
Sin embargo, seamos sinceros, todos hemos fantaseado alguna vez con hijos despiertos, resueltos, incluso inventores de cosas geniales.
¡Vaya si nos gustaría que nuestros hijos descubrieran o inventaran algo grande!
Pues aquí viene la noticia: Señoras y señores, lo que de adultos serios y responsables vemos como ciencia, no es, ni más ni menos, que creatividad.
Para inventar algo, hay que ser creativo. Y creativo no es pintar bien (o al menos no sólo eso).
Creativo es tener una mente flexible, capaz de tomar lo aprendido y modificarlo una y otra vez (la constancia es igual de importante que la creatividad) para crear cosas nuevas.

Y en esas modificaciones vienen de serie el error, el disparate, el fallo, la tontería.
¡Ojo! En el caso de niños, debemos ponernos en su piel. Creativo con 5 años es plantear una solución absurda a un acertijo. Algo del tipo “pues vienen dos halcones y levantan el coche para que puedan pasar las ovejas”.
Lo importante no es la solución, sino la flexibilidad y la costumbre de ofrecer soluciones. La coherencia y el cribado vendrán después.
¿Cuántas veces nos hemos reído en clase cuando un compañero ha dicho algo disparatado?
¿Cuántas veces hemos oído a nuestros profesores recriminar a un compañero por equivocarse?

Ese es el gran error.
Es cierto que no se trata de jalear el error en clase. Los niños son expertos en detectar fisuras y la clase se convertiría en un campeonato de chorradas. Se trata de normalizar el error, de integrarlo como una parte más del aprendizaje.

Equivocarse también es parte de la vida y, además, es muy sano. Nos enseña a tolerar la frustración, a hacer autoexamen, a revisar, a plantear otra solución mejor y a seguir adelante, que no es poco.

Dejemos que nuestros hijos se equivoquen, dejemos que propongan y fallen, pero sobre todo que propongan. No matemos su creatividad por el miedo a fallar.
Pensemos fríamente. Si un día, a principios del siglo XX, un amigo nos hubiera dicho que se le había ocurrido pinchar un palo en un caramelo, seguramente hubiéramos pensado “¡y creerá que va a triunfar!”, y, probablemente, hubiera sido el motivo de risa de la siguiente reunión familiar.
No debió pensar lo mismo Antonio Reñé al inventarlo, ni Enric Bernat al comprarle la patente y ponerle el nombre de Chupa Chups. Sin duda, fue capaz de ver el potencial de la idea.
Partamos de que una idea no es ni buena ni mala. Lo que importa es tener ideas y ser capaz de cribarlas.

De cualquier idea, incluso de las que consideramos errores, podemos sacar un aprendizaje o una lectura positiva.
Así que, una vez más, dejemos que nuestros niños se equivoquen una y mil veces.

Lo malo no es fallar. Lo malo es no atreverse.