¿Y SI NO TUVIERAN
JUGUETES?
Entendí que mis
hijos tenían demasiados juguetes cuando dejaron de hacerlos caso.
Y lo alucinante es
que la mayoría de cosas que tienen ni siquiera las han pedido.
Ahora que se
acercan fechas de regalos, os traigo una situación que es posible que os suene.
Hace unos meses mis
tres hijos (de 6 y 3 años) se metieron en la habitación en la que tienen los
juguetes. Han llegado a una edad en la que empiezan a jugar juntos y a mí (que
me gusta tanto el juego libre como que se aburran) me encanta oírles jugar: su
reparto de roles, sus negociaciones, su solución de conflictos (o, a veces, su
no solución de conflictos).
Como digo, se
metieron en la habitación. Estuvieron una media hora y después les oí corretear
por el pasillo hacia el salón. Pusieron la tele y se sentaron a ver los
dibujos. Sí, mis hijos ven la tele. Aunque tengo algunos dibujos vetados y lo
saben.
El caso es que me
asomé a la habitación donde habían estado “jugando” y lo que vi allí era lo más
parecido a la calma después de un terremoto. Era imposible que, en media hora,
hubieran jugado con tantas cosas.
Me fui hacia el
salón y con voz calmada dije:
-
Todo lo que hay tirado por el suelo
interpreto que no lo queréis, así que si no recogemos entre todos, barreré lo que
vaya encontrando.
¿Sabéis lo que
hicieron? Se quedaron viendo la tele.
En ese momento
entendí que tenían demasiadas cosas.
Pensamos en qué
podría pasar si no tuvieran juguetes. Y decidimos probar.
Limpieza total y,
¿el resultado?
No sólo no les
importó demasiado sino que, además, se despertó su creatividad.
Lo primero que me
dijo mi hijo mayor fue:
-
Mamá, por favor, déjame eso que es
muy importante.
¿Sabéis que era
“eso”? Dos cajas de zapatos a las que había hecho varios agujeros y otras
modificaciones.
De todos los
juguetes que tenía, ¡lo más importante eran dos cajas de zapatos!
Me pidieron permiso
para coger un trozo de papel de aluminio, unas pinzas, otra caja y algunos
pedazos de cartón y con ellos crearon los personajes y artilugios que podéis
ver en las fotos.
Así que, cuando nos
preguntan en el trabajo por sugerencias para la carta de los reyes, a veces me
dan ganas de decir: una caja con palos, cartones, cintas y cuerdas o un saco de
aburrimiento.
Porque, si no
existieran los juguetes, los niños los inventarían. Porque jugar es su trabajo.
Porque, aunque a ti te parezca que lo que hacen no tiene tantas luces,
funciones, sincronización con el móvil ni sonido estereofónico, tiene algo
mucho más importante: tiene vida inteligente. Aunque sea un pedazo de papel de
aluminio y una caja atada a un palo.
En definitiva, que
por nuestra parte, este año hará la carta el sentido común y, además de un
juguete, también pediremos un cuento bonito y un ratito de tiempo del bueno
para contarlo, unas entradas para el teatro y unos ojos de niño para
emocionarnos, una receta nueva y una tarde lluviosa para hacer de detectives de
sabores. Nada más. Y nada menos.