LA PROTECTORA
DE MARIQUITAS
Llega
el verano y los que estáis frecuentemente al otro lado sabéis que lo aprovecho
para retirarme con mis niños (Nicolás de 7 años y los mellizos Martín y Julia
de 4) al campo cual laboratorio de verano en el que hago actividades nuevas, escribo
libros, pruebo cosas con ellos y le dedico un tiempo que no tengo durante el
curso al blog.
Espero
que os guste lo que vaya surgiendo este verano.
El
primer aprendizaje del verano ha sido para mí, no para los niños. Después de
tres semanas a 36 grados y con mis expectativas puestas en sol y piscina, la
semana pasada se ha encargado de ponerme las pilas respecto a las expectativas:
16 grados y lluvia. Así que tuvimos que rehacer el plan sobre la marcha
dedicándonos a hacer manualidades.
La
primera fue un clásico: pintar en rollo continuo.
Los pequeños estuvieron probando mezclas con témperas y el mayor estuvo intentando dibujar dinosaurios con un libro que se ha traído y que enseña a dibujar dinosaurios. Creo que se ha dejado llevar por el entusiasmo pero el libro está a años luz de lo que un niño de 7 años puede hacer. Pero como se empeñó, le dejé que se equivocara.
La verdad es que el resultado ha sido mejor de lo que esperaba (¡vuelve a por otra mamá!) pero no ha sido el resultado perfecto que él esperaba. Ya he dicho en alguna ocasión que la vida es cuestión de percepciones, ¿verdad?
Hemos pintado también unos tarros de cristal y como no teníamos pinceles nos hemos tenido que buscar la vida con palillos y bastoncillos de algodón.
Tras una semana de frío, por fin ha vuelto el calor y han llegado las actividades de exterior.
Ayer Martín encontró una mariquita que no volaba. La llamó Gabriel, como su mejor amigo. Resulta que la mariquita abría el caparazón pero una de las alas no salía. Investigamos y parecía que el ala estaba atascada porque se había arrugado. Estuvimos haciendo hipótesis sobre por qué le habría pasado eso. La hipótesis más aceptada fue que se debía haber caído a la piscina y tenía el ala mojada y arrugada. Tras media hora, Gabriel consiguió sacar las dos alas y voló. Martín se quedó triste aunque tanto yo como sus hermanos le dimos un abrazo grande y le dijimos que era normal que estuviera triste.
Esto me dio una idea para el día siguiente que ha sido de lo más productivo.
La
mañana ha empezado con la visita de un erizo que se ha estado paseando por el
porche. Ya sabemos que es escurridizo pero tenemos todo el verano para hacernos
amigos.
Y,
de inmediato, he puesto en marcha la idea que tuve ayer: hemos creado La Protectora de Mariquitas.
Los
cargos han quedado repartidos de la siguiente manera: Martín es el presidente, Nicolás es el rescatador (es el que mejor nada, claro) y
Julia y yo somos las enfermeras.Así que yo, que siempre digo que es importante alargar las actividades que se nos ocurran hasta el infinito, he tenido el día hecho.
Me
ha dado lugar a explicarles qué es una protectora de animales y se han pasado
el día rescatando mariquitas del agua.
Esto
nos ha hecho hablar de ecología, estar atentos al medio que nos rodea y
aumentar la autoestima gracias al trabajo bien hecho.
Hemos
rescatado a Hugo, Lunares, Superhéroe, Fredy, Olé, Dino y otra media
docena más de las que no recuerdo los nombres.
No
os imagináis el despliegue casi profesional cada vez que caía una al agua:
Grito
inicial dando voz de alarma que activa el protocolo como si fuera una llamada
al 112. Nicolás se lanza al rescate, la lleva a la orilla. Griterío de ¡está
viva!¡está viva! Y tiempo de espera a que se sequen las alas para ver si vuela.
Así
todo el día. Y al salir de la piscina ya para cenar, veo que Nicolás viene andando muy muy despacio y me dice: Mira mamá, volvemos andando a cámara lenta como los héroes de las películas. Desde luego, el que se aburre con niños es porque quiere.
Otra
de las cosas geniales de estar con niños es que, al mantener la magia de la
inocencia, he podido decirle a Martín cada vez que llegaba hasta él una
mariquita: “¡mira, Gabriel ha venido a verte!” Y he podido ver esa cara de
emoción desbordante que para mí quisiera.
Y,
como una cosa lleva a la otra, Nicolás me ha sorprendido diciendo que quería
grabar unos programas sobre animales (él ya de por sí es muy bichero).
Le
he dicho que me parecía bien pero que igual habría que preparar un guión y me
ha dicho que prefería improvisar. Así que, cámara en mano, se ha marcado una
explicación sobre tipos de calamares y otros animales marinos de más de diez
minutos que he tenido que cortar porque no tenía batería. Me he quedado
alucinada del control de la escena (paseando de un lado a otro y gesticulando),
de la entonación de documental y de la correctísima forma de expresarse que ha
tenido para haber sido improvisado. Desde luego Nicolás 1 – mamá 0.
Mañana
quiere grabar otro capítulo.
Como
veis, con muy poco, se puede aprender mucho. Tanto ellos como nosotros.
Así
que, si quieres disfrutar del verano con niños, en lugar de sobrevivirlo, no te
pierdas las próximas entradas del blog.
Y,
si cuando se duermen te apetece una lectura ligera, divertida y muy útil, no te
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