SEMANA 4: EL
PUEBLO
Somos
de las familias que tienen la suerte de tener pueblo. Sé que es una suerte
porque yo tuve pueblo y algunos de los mejores recuerdos de mi vida son de los
veranos allí.
Esta
semana nos trasladamos unos días al pueblo. Yo, en mi cerebro adulto, sabía a
lo que venía. Los niños probablemente lo intuían pero no contaban con que
fuéramos a pasar una ola de calor y sólo contábamos con una piscina desmontable
que cubre por la rodilla y un patio en el que da el sol durante la mitad del
día (recuerdo en este momento que veníamos de una piscina grande y un jardín
fresco para correr).
Después
de contaros las actividades que hemos hecho durante la semana, retomaré esto.
1.
La
carta: Nicolás decidió escribir una carta a papá para que se acordara de
traerle un peluche. Para los que tenéis niños que empiezan a escribir pero que
no les fascina (al principio no compensa el esfuerzo de trazar las letras con
el resultado que se obtiene), el hecho de escribir una carta real a alguien
real puede motivarles. Y como en los pueblos muchas cosas son más fáciles,
fuimos a correos (a la vuelta de la esquina), no tuvimos que esperar turno, y
Nicolás pudo pedir y preguntar lo que quiso (que necesitaba un sello para la
carta, que cuándo llegaría, etc) y hasta se despidió con un “que tengáis un
buen día” que dejó a las funcionarias de correos maravilladas. Orgullo de
madre.

2.
El
acertijo: un día vi en Facebook (no recuerdo dónde) un acertijo en el que había
que adivinar en qué número de plaza estaba el coche. El artículo añadía que los
niños más pequeños acertaban antes que los adultos. Así que se lo propuse a Nicolás
(Martín y Julia no tienen todavía claro el orden de los números). Y,
efectivamente, lo acertó antes que los abuelos.

3.
Los
pintores: Otra de las cosas buenas del pueblo es que podemos visitar el estudio
del abuelo (pintor de profesión) y convertirnos en pintores profesionales con
caballete y todo. Si no disponéis de caballete, seguro que tenéis paredes o
laterales de muebles. A veces, algo tan tonto para nuestro cerebro adulto como
pasar de pintar en horizontal a pintar en vertical, les aporta una motivación
extra que hace que estén entretenidos un buen rato. Nicolás y Martín encantados
de estar en clase de pintura como ellos mismos dijeron. Julia que es de los
tres la más artística, no quiso participar. Le pudo el miedo a lo desconocido a
hacer algo que podría haber disfrutado un montón.


4.
La
cena creativa: Una de las noches Nicolás me pidió una “cena creativa” y como no
tenía muy claro qué significaba, les pedí que me ayudaran a prepararla.
¡Atención aquí! Si estás dispuesto a que te echen una mano en la cocina es con
todas las consecuencias (tirarán cosas, querrán echar mermelada en los
garbanzos, pedirán el cuchillo, etc). En fin, que para guiar la odisea les
propuse hacer sándwiches (higiénico, aséptico y fácil) y que los decorasen.
Otro ratillo entretenido.
5.
El
tesoro: Una de las mañanas, en lugar de hacer el cuaderno de verano que Nicolás
desterró por la afrenta de las rayas de su madre, propuso hacer una búsqueda
del tesoro así que hizo su plano del tesoro, repartió las pistas y escondió la
recompensa final. ¿Qué falló? Que lo hizo todo él y los demás sólo le seguíamos
y mirábamos. Resultado: sus hermanos se enfadaron. Obviamente.
6.
La
biblioteca: Mi pueblo cuenta con probablemente la mejor biblioteca de España en
el mundo rural, el Centro de Desarrollo Sociocultural de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez. Y, como es un pueblo,
pues también está a la vuelta de la esquina. Así que nos hemos hecho todos el
carnet y… ¡a sacar cuentos! La parte infantil de la biblioteca es una
maravilla, infinidad de cuentos, talleres y dinamizaciones para los más
pequeños…
A Nicolás se le ocurrió
preguntar cuántos libros se podían sacar a la vez. Cuando le contestaron que 5
se le abrieron los ojos como platos. ¿El resultado? 5x4 = 20 (sí, yo también
saqué cuentos).
7.
La
tuneladora: En su afán por no retomar el cuaderno de verano, Nicolás propuso
inventar algo. Así que se puso a hacer un dibujo y cuando nos ha explicado lo
que era, hemos visto que lo que había inventado era ¡una tuneladora! Por supuesto, el no sabía ni cómo se llamaba así que después estuvimos buscando imágenes reales para ver en qué se parecían a la suya.

8.
El
arenero: Terminamos la semana con un bautizo. La celebración posterior fue en
un jardín y Julia se pasó gran parte del tiempo jugando en el arenero. ¿Qué
hizo tanto rato? Trasladar arena de un cubo a otro, meter la mano en el cubo,
echarse arena en los pies y vuelta a empezar. ¿Recordáis la película de Amèlie,
cuando la protagonista mete la mano en el saco de las lentejas? Pues un gozo
similar. Julia es una niña muy independiente, que necesita sus tiempos pero a
la vez no para un segundo quieta, así que verla en el arenero con esa paz y
gozando de una cosa tan sencilla como la arena me dio hasta una profunda
envidia. De nuevo, mucho que aprender.
9.
Los
aprendizajes de la semana:
-
El
día de la búsqueda del tesoro, Julia acabó dando un manotazo a Nicolás y Martín
dijo muy serio “Julia, vas a tener que pedir perdón a Nico para volver a jugar”
(dónde lo habrá oído).
-
Julia
no quiso pintar: su miedo al fracaso o al ridículo le hacen perderse muchas
cosas que seguro disfrutaría. La buena noticia es que se parece mucho a Nicolás
y Nicolás ha sabido superarlo ¿cómo? Con paciencia, sin forzar, respetando su
necesidad de tiempo, ofreciendo oportunidades y ensayando. Otro día hablaremos
de esto.
-
El
aprendizaje de oro de la semana: Esta semana, por el cambio, por el calor, por no saber expresar lo que
les pasa (que igual ni ellos lo saben), se han portado especialmente mal (peleones,
retadores, chillones…). Seguro que todos tenéis semanas de estas (decidme que
sí, por favor). A ratos se me asemejaban a tres pequeños monos enjaulados subiéndose
meteoríticos por las rejas.
Pues,
ahí va, aviso a navegantes: el día, semana o mes que vuestros hijos estén
insoportables… SACAD EL ESPEJO. ¿Cómo estás tú? Y la conclusión por mi parte es
que, efectivamente, yo también he estado insoportable. Ahí queda eso.
Quizá
tenía que haberles anticipado el cambio y no esperar al último día de la semana
para decirles “yo también tengo mucho calor, yo también estoy durmiendo en una
habitación que no es la mía, yo también echo de menos la piscina grande y yo
también me aburro. Pero estamos aquí, esto es lo que tenemos (y deberíamos
sentirnos afortunados) y está en nuestras manos estar enfadados o pasarlo en
grande. Vosotros elegís.”
A
pesar de todo, esta semana me quedo con la cara de las funcionarias de correos
al recibir el “que tengáis buen día” de Nicolás, con la satisfacción de volver
a casa con una torre de cuentos
fantásticos y con la paz de ver a Julia enredando con la arena como si no
importara el tiempo.
Aprovecho
para agradecer a Julián que toda esta aventura no sería posible si él no se
hubiera quedado al frente del gabinete todo el verano.
Feliz semana.